En alguna ocasión ya hablamos sobre los miedos y sobre la ansiedad y la clínica que esta presenta, de forma general, pero en este post queremos tratar un miedo concreto: el miedo a hacer daño a tu bebé. En general, hablaré de «ellas» por ser quiénes suelen presentar esta clínica.
Quién nunca haya oído hablar de este miedo, le puede parecer una «locura», «lo peor de lo peor», «algo muy extraño»…, incluso si eres quién lo padece. Bien, pues tenéis que saber que es más habitual de lo que se piensa, aunque hay muchos grados.
En general son muchos los miedos que se tienen cuando vas a tener un bebé o cuando acabas de tenerlo, sobre todo si sois primerizos: desde los miedos relativos al propio embarazo y desarrollo del bebé («que todo vaya bien«), hasta los miedos relacionados con vuestro nuevo rol («¿lo haré bien?«, «¿seré una buena madre»?…). Todos estos pensamientos son normales, y en cierto modo adaptativos, pero en ocasiones pueden volverse en nuestra contra, hacerse recurrentes e intensificarse y aumentar el nivel de ansiedad, provocando esto un círculo vicioso. Se convierten en obsesivos y pueden llegar a ser muy incapacitantes, provocando en ocasiones otra clínica añadida, como los síntomas depresivos.
Cuando estos pensamientos obsesivos giran en torno al miedo a «poder hacer daño a tu bebé», se llama «Fobia de impulsión«, y es muy difícil de encajar en la mente de la madre primeriza que ama y deseaba a su bebé. ¿Cómo se puede querer tanto a alguien y al mismo tiempo pensar en poder hacerle daño?. El adjetivo de #malamadre empieza a rondar por sus cabezas, junto con otro miedo: «volverse loco». Esta es la clave. El principal miedo que hay debajo del miedo a hacer daño a tu bebé, es el miedo a «volverte loco», que en definitiva significa el miedo «a perder el control». Te preocupa no hacerlo bien, te sientes insegura, te sientes responsable de una vida que depende de ti y no puedes fallar, no puedes relajarte, no puedes bajar la guardia…
¿Cómo empieza?
El miedo por la nueva etapa, los nervios, las expectativas ya están. Si a esto le sumamos unos rasgos ansiosos/nerviosos (en ocasiones obsesivos), puede haber más probabilidades de tener más pensamientos recurrentes en torno a la seguridad del bebé (comidas, salud, sueño, etc.). El contenido de esos pensamientos obsesivos o preocupaciones obsesivas, dependen en muchas ocasiones de un estímulo o situación casi azarosos: por ejemplo, pasear con el bebé por casa y asomarse a una ventana para mirar fuera. En una situación tan cotidiana como esta, puede cruzarse en ese momento (o más tarde), un pensamiento intrusivo (no buscado, no pensado a propósito) en nuestra cabeza: «¿Y SI se me da por lanzar al vacío al niño?«. En este momento hay dos opciones: «qué tonterías se me pasan por la cabeza» o «¿cómo puedo pensar esto?, si lo pienso es porque puede ocurrir». Y así empieza.
¿Cómo se cronifica?
Al interpretar ese pensamiento intrusivo de esa forma, nuestra ansiedad se intensifica, y con ella aparecen más pensamientos ansiosos/obsesivos. Es decir, le hacemos caso a nuestra cabeza (¿cómo no hacérselo?, relacionamos nuestros pensamientos con nuestra conciencia, lo que pensamos con lo que somos, y por lo tanto con lo que hacemos, por lo que si pensamos que podemos tirar por la ventana a nuestro bebé es que podemos hacerlo). Esto es lo que creemos, pero no es cierto: UN PENSAMIENTO SÓLO ES UN PENSAMIENTO, NO ES REAL. Aunque esos «Y SI» nos matan.
Empieza entonces un plan: EVITAR hacer daño al niño. Sea cuál sea el tipo de impulsión (tirarlo por la ventana, ahogarlo, clavar un cuchillo, estrangularlo…), haremos todo lo posible por evitarlo: intentar no estar a solas con el bebé, cerrar las ventanas, esconder los cuchillos, no bañar al bebé… Si te has visto en estas, sabrás que cuántos más intentos haces por evitar hacerle daño al bebé, más pensamientos relacionados aparecen, funcionando nuestra fobia como un Trastorno Obsesivo Compulsivo
Estos pensamientos pueden aparecer en nuestra cabeza en forma de imágenes (imaginarnos a nosotros mismos haciéndolo), lo que se vive con mucho más miedo. Junto con las evitaciones, pueden aparecer conductas de comprobación de que no lo hemos hecho, comprobar que el bebé está bien, que no tiene ninguna herida ni marca, etc., pues a veces aparecen las DUDAS de «si lo hemos hecho y no nos acordamos» (esto no siempre ocurre).
Este círculo de MIEDO+EVITACIÓN+COMPROBACIONES+DUDAS es el caldo de cultivo ideal para cronificar un pensamiento obsesivo, obteniendo como resultado una clínica ansiosa-obsesiva compleja.
Lo más importante que tienes que saber:
-¡No estás loca!. Los pensamientos obsesivos e intrusivos son más normales de lo que piensas, y en situaciones de mucho estrés o ansiedad pueden aumentar.
-Compártelo con alguien de confianza que sepas que lo va a entender y que te apoyará. Hablar y no esconderlo es muy importante.
-Pide ayuda a un profesional, Psicólogo Clínico, con el que te sientas cómoda y a gusto. No esperes a que se pase sólo, ya que suele empeorar si no se cortan las conductas de evitación y comprobación. Déjate asesorar.
-¡No vas a hacerle daño!. Aunque parece paradójico, estos pensamientos suelen aparecer en las personas más controladoras y protectoras de sus hijos.
-Un pensamiento sólo es un pensamiento, no es real.
-No busques ni leas noticias sobre madres/padres que matan a sus hijos. Esto son casos muy excepcionales, que nada tienen que ver con la clínica que tu presentas.
-Y por último y más importante, ERES LA MEJOR MADRE QUE TU HIJO PUEDE TENER.